Como lo indica la palabra, el desayuno es el momento en
que se rompe el ayuno, luego de transcurridas las 7 a 12 horas en que no se ha ingerido alimentos ni
líquidos durante el sueño.
En ese tiempo en que el cuerpo sólo gasta energía para sus
funciones vitales, no se requiere de alimentación, pero al despertar, el organismo requiere de alimentos para realizar
funciones como pensar, caminar, trabajar, estudiar etc. Es allí donde radica la importancia del desayuno, en
darle al organismo lo que necesita de nutrientes y energía para arrancar el
día.
De allí las personas podemos optar por
diferentes alimentos que compongan el desayuno. Los alimentos de la zona o los
que tenemos acceso, lo que nos gusta, el tiempo que tenemos para desayunar, el
hambre que se tenga al momento del desayuno son factores que influyen en la
elección de alimentos que componen el desayuno.
Lo
importante es que tenga alimentos proteicos (huevo,
vísceras, quinua entre otros), alimentos energéticos (por ejemplo pan, cereales, tubérculos,
semillas, nueces, aceitunas) y alimentos ricos en vitaminas y minerales (frutas
y verduras). La cantidad puede variar con cada persona,
incluso puede consumirse en dos tiempos aunque lo ideal es tenerlo todo en un
solo tiempo por la mañana.
Si
se tienen familias con integrantes de diferentes edades, el desayuno puede ser
el mismo pero la cantidad puede variar según la edad, la actividad que
realizará hasta la siguiente comida, si se encuentra en un peso
normal o si tiene alguna condición de salud que limite algún tipo de alimento.
Los escolares y universitarios
deben tener desayunos variados en la semana e incluir necesariamente cereales integrales como la
avena, quinua así como frutas y verduras ricas en vitaminas,
fibra y minerales.
Incluir
una vez a la semana hígado de pollo o sangrecita que son saludables por el
hierro que aportan así como el consumo de huevo por su aporte
de colina. Este es un tipo de grasa que participa de las funciones cerebrales.
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